Querida tía Margarita* —o estimado emprendedor que utilizarás software para tu negocio pero apenas sabes cómo encender una computadora:
*La tía Margarita es un apelativo utilizado para referir a quien es lego en las ciencias del cómputo electrónico-digital.
Me has platicado del éxito en tu negocio después de años de dedicación. Me dices de tus ahorros y de tu intención de invertirlos en un proyecto para integrarte al mundo de las posibilidades ofrecidas con los llamados teléfonos inteligentes, las nuevas computadoras tablets y otros dispositivos electrónicos; tecnologías que tienden a funcionar en una interconexión cada vez más ubicua a través de Internet. Dices que es un proyecto inevitable si no quieres perder el éxito obtenido. Además, estás decidida a extender tu éxito. Muy bien, considera lo siguiente.
Nicholas Carr dice (IT Doesn't Matter, mayo 2003, Harvard Business Review) que las tecnologías de información se han convertido en materia prima para los negocios y ya no representan un criterio de diferenciación competitiva. No le ha faltado razón. Así que si quieres colocarte a la par de tu competencia quizá sólo necesites adquirir una solución existente. Si te alcanza y tienes evidencia de que satisface tus necesidades prioritarias entonces es una opción viable. Si buscas un objetivo más ambicioso para diferenciar tu negocio entonces piensa en crear una solución a tu medida.
No digo que sea fácil integrar algo existente sino que, en definitiva, la creación de una solución basada en software para problemas de negocio representa palabras mayores en términos de complejidad. La organización Standish Group investiga las estadísticas para este tipo de proyecto y publica los resultados de su sondeo en el Chaos Report. En la categoría de resultado general los proyectos se agrupan en exitosos, deficientes y fallidos. Un proyecto exitoso logra sus objetivos de manera completa, lo hace a tiempo y dentro de su plan financiero. Un proyecto deficiente fracasa en cualquiera de esos criterios y un proyecto fallido no alcanza ninguno. Los proyectos inician con las mejores intenciones pero muchos fracasan. La fracción de proyectos que logran los tres criterios de éxito, según dicho reporte, gira alrededor de un tercio.
Ese reporte incluye los factores de éxito, suelo agruparlos en las siguientes categorías: el perfil del personal involucrado, el proceso de creación, la estrategia de diseño y la tecnología utilizada. Al considerar su impacto sobre el resultado, los factores en cada categoría tienen un impacto superior comparado con el de los factores de la categoría sucesiva. Por ejemplo, si la estrategia de diseño es impecable pero no se cuenta con un proceso adecuado para realizarla entonces su impacto es marginal; lo mismo ocurre si el proceso es muy bueno pero el personal no sabe cómo adecuarlo sobre la marcha al dinamismo de los negocios.
Las personas y su capacidad para enfocar tanto ideas generales como detalles específicos, y comunicarlos efectivamente, representan el factor más determinante para el éxito de tu proyecto; empezando por ti misma. Te sorprenderá el nivel de detalle al que es necesario especificar los requisitos para que puedas en efecto verlos realizados en una aplicación tecnológica. Si no estás dispuesta a enfrentarte a este tipo de exigencias, y mantienes tu decisión de realizar tu proyecto, entonces quizá debas reservar no poco dinero para financiar los litigios comerciales por incumplimiento de contrato. No querrás usar tus ahorros para eso.
Si el caso fuese una cirugía a cerebro abierto entonces buscarías al mejor neurocirujano que puedas conseguir. El caso de tu proyecto no es tan distinto si consideramos el tipo de esfuerzo intelectual y esmero requeridos. Habla no sólo con administradores sino directamente con quienes tienen la capacidad para crear, con su mente y manos, las piedras angulares del proyecto: el nuevo modelo de negocio y los componentes técnicos de alta calidad que sostendrán tu solución tecnológica.
Todavía hoy hay consultorías cuya organización se basa en un taylorismo posindustrial; es decir, un modelo orientado en analogía con la producción al estilo de la revolución industrial (Frederick W. Taylor) y aplicado a la producción en la revolución de las nuevas tecnologías de la información (el periodo posterior al industrial). Para funcionar, los trabajadores debían ser baratos y de muy bajo perfil intelectual, realizar trabajo mecánico repetitivo en una línea de producción —cuales partes de la máquina fabril— y obedecer los estrictos dictados del grupo de administradores de la fábrica. Quizá te sorprenda saber que el esquema actual en creación de soluciones basadas en software, en muchos casos, no está radicalmente alejado, en los hechos, de tal régimen. Por lo cual no me sorprende la explicación de fondo atrás de la banal excusa: “no le podemos dar el servicio pues se cayó el sistema”.
Los factores para el éxito, cuyas categorías ya mencioné, son claves para entender qué tipo de actividad es crear software. Formular software es una actividad reciente que inició hace unos sesenta años, y la industria del software ha adoptado opiniones caducas de la industria de manufactura de siglos pasados. Por ejemplo, la idea de división de trabajo; esta idea está detrás de puestos de trabajo como ‘analista’, ‘arquitecto’, ‘diseñador’, ‘programador’, o ‘tester’ (que realiza pruebas). Estos puestos coinciden con las etapas del modelo en cascada (secuencia lineal de etapas sucesivas) para el ciclo de vida del software: análisis, arquitectura, diseño, programación y pruebas. Quizá te sorprenda saber que Winston W. Royce, el supuesto inventor del modelo en cascada, jamás dijo que ese modelo funcionaría. De hecho, en su publicación original advierte en contra de intentar una secuencia lineal de etapas sucesivas. En años subsiguientes afirmó que su trabajo fue gravemente malinterpretado.
La creación de software tiene mucho por madurar como profesión y como industria. Su actual imagen de glamour se debe más al buen trabajo de publicistas y comerciantes oportunistas que a una ética profesional interna y madura. Por supuesto, esta industria debe financiar su proceso de madurez de sus propios bolsillos y no a costa de los ahorros de personas como tú; es decir, no permitas que malformadas opiniones arruinen tu proyecto.
Necesitarás una estrategia para formarte mejores opiniones al respecto: una estrategia para distinguir entre conocimiento confiable y mera opinión. Pues en un tema de moda, como lo son las computadoras e Internet, con mucha frecuencia las meras opiniones son las más vociferadas. Para pensar tu proyecto no digo que logres la erudición en el tema sino que salgas del analfabetismo computacional. De otro modo serás un factor de riesgo para tu proyecto pues fomentarías interpretaciones erróneas de lo que significa el avance y los hitos que cimentan el éxito; por ejemplo, si al inicio del proyecto exiges una calendarización de todo el proyecto y luego la usas para juzgar avances y retrasos entonces estarás midiendo cantidad de actividad pero no cantidad de progreso. Para no tropezar debes practicar tres hábitos del conocimiento confiable: la duda, la razón y la experiencia. Entre más destreza tengas ejerciendo esos hábitos más oportunidades tendrás de lograr cada vez mejores opiniones en el tema.
Tener una mera opinión es algo muy fácil, basta con dejarse llevar por la corriente actual de la cultura popular, y esa facilidad revela, en parte, por qué son tan frecuentes. Los problemas inician por mantener y propagar una opinión obtenida de esa manera y, para agravarlos, por afirmar que tal opinión es propia y que debe defenderse —cuando ni es propia ni debe defenderse sino evaluarse. La mera opinión será para tu proyecto como la comida chatarra es para tu salud: dañina. Por otro lado, lograr conocimiento confiable implica un trabajo muy duro. En tu caso no hay motivo para amedrentarse pues ya estás acostumbrada a ese tipo de trabajo; asimismo, ¿cómo podrías justificar el apego a una mera opinión si tú no eres un caso desesperado sin recursos ni salud?
La mera opinión y el conocimiento confiable suelen entremezclarse; por ejemplo: “un proyecto de software es igual a uno para hacer un edificio o un puente, y ambos se administran igual: al inicio hay un conjunto fijo de requerimientos, un costo total fijo, y un plan para todo el proyecto.” Si bien es cierto que los requerimientos, el costo y la planeación son muy importantes, también es cierto que una mejor aproximación a esos aspectos resulta de procesos empíricamente controlados, y no sólo por medio de racionalizaciones prematuras.
Un proceso empíricamente controlado no es controlado sólo por racionalizaciones «a priori», es decir por imaginar el futuro con independencia de la corroboración de la experiencia —lo cual sigue siendo una tendencia mayoritaria en la industria de hoy, con grandilocuentes arquitecturas por anticipado, gráficas de Gantt expresadas en meses o años, y estrategias y tácticas para la gestión del riesgo basadas en el miedo. Por otro lado, un proceso empíricamente controlado surge de estrategias y tácticas «a posteriori» ejecutadas frecuentemente y en lotes pequeños. Un ejemplo se puede encontrar en ejecuciones musicales y representaciones teatrales. Si te interesa aumentar la confianza en el éxito de tu proyecto, entonces «¡ensayar, ensayar, ensayar!» es un hábito esencial para lograr excelentes resultados tanto en representaciones teatrales como en la creación de soluciones empresariales basadas en software. Por ejemplo, la publicación de la solución tecnológica a tus clientes y proveedores debe resultar muy bien, por lo que ensayos realistas de ese procedimiento deben ser ejecutados, temprano y a menudo, antes de tocar al usuario final.
Hay mucho más que debes considerar para no ser parte de las estadísticas de proyectos fallidos o deficientes, donde los inversionistas obtienen muy poco o nada a cambio de su inversión.